martes, 20 de diciembre de 2011

My Pet is Dead

Saludos pequeños miserables!

Acabo de llegar -bueno, hace un par de horitas- de mi segundo hogar. No, no es la casa de mi abuela ni es la de mi mejor amigo ni porras. Es Ikea. Ikea = el meu lloc al món.

Cuando pienso en la idea de ir a dar un voltio por allí, la primera sensación es que se me revuelven las tripas hasta decir basta al pensar en la caminata que me voy a pegar para terminar comprando: NADA.
Pero claro, luego piensas: la recompensa es un frankfurt asqueroso más industrial que la sociedad del siglo XIX y te emocionas. Porque cuando estás muerto de hambre, cansado a más no poder y tienes un euro en el pantalón desde hace tres semanas, te das cuenta de lo delicioso que puede estar esa cosa envuelta en plástico comestible. Y allí estaba yo con mi colegui, comiendo Frankfurts asquerosos y pensando en la manía que tienen de no poner sillas ni limpiar las mesas sin sillas. Porque hay algunas que llevan tanto tiempo sin limpiarse que como te des cuenta te quedas pegado en la porquería. ¡Qué ajjjco por Dió!

Después de comer -porque llenar la barriga es lo primordial- hemos dado la vuelta del siglo. Siempre que camino por allí y llego a la parte de los complementos me pregunto lo siguiente: ¿Cuántos kilómetros me habré recorrido en todas las veces que vengo a este condenado lugar?

La verdad no sé si quiero saberlo. Me gusta la sensación de incertidumbre, la misma sensación al no saber la nota de Historia...

También pienso algo cuando llego a la zona de baños, wc y tal: ¿Te imaginas si te da un apretón? ¿Dónde vas? Te ves rodeada de lavabos pero ninguno es para descargarte. Y si le preguntas al encargado cateto lleno de acné, que su experiencia en la vida ha sido trabajar en McDonalds, y te indica con el dedo: "Allí". Miras ese "allí" y ves más lavabos. ¿Cuál es el verdadero maldita sea? ¡¿Cuáaaal?! Total que terminas aguantando el tipo pensando por dentro "Venga, que tu puedes" y llegas a casa a punto de explotar como una bomba de relojería. ¿Chachi, cierto?

Lo cierto es que en Ikea no todo es malo. También tiene sus partes guachis. A mi me pierde la zona de niños, con sus camas raras, sus cubre camas de estrella o de hoja (que son los mismos desde hace diez años) y los peluches anodinos. Bueno, hoy me he enamorado de dos peluches: Una zanahoria y un brócoli. ¡Eran geniales! Me recordaban a los de Hora de Aventuras, Finn el chico humano y Jake su precioso perro.

He estado a esto -ademán de medio juntar el pulgar con el índice- de comprarme el de zanahoria. ¡Estaba por siete euros! OFERTÓOOON. Bah, voy a dejar de pensar en eso porque al no comprármelo ahora me deprimo. Snif, snif...

Pero tengo otra queja: ¿No sería posible que hubiera una manera mejor de llegar hasta el dichoso Ikea? Porque el rollo ferrocarriles y bus es aborrecible. Me mareo en bus y no sé utilizar los ferrocarriles. ¡Un tren, por favor! ¡Un tren es lo que necesitamos! No hay nada más cómodo y menos mareante que un tren (excepto cuando va a petar y no puedes ni mover la cabeza).

Otra queja antes de que se me olvide: Se habían acabado los rollitos de salmón... Voy  a terminar poniendo una queja que no servirá de nada porque nadie la leerá, irá al buzón de las cosas que no se leen y yo esperaré impaciente una carta que jamás llegará porque está en el buzón de cosas que no se leen y nadie la habrá leído porque estará en el buzón de cosas que no se leen y yo esperaré una carta que jamás llegará porque estará en el buzón de cosas que no se leen y... ¡Buuufff! ¿Me estoy repitiendo o son cosas mías?

Haceos la tarjeta family de Ikea, pequeños miserables. ¡Descuentan cuatro euros menos en según que cosas! Aunque para lo que yo compro... tsé!

Live Long and Prospere!

S.O.T.D. Yeh yeh! - Matt Bianco.

Bye-Bee!

No hay comentarios:

Publicar un comentario